lunes, 11 de abril de 2011

Retazos

I.- Has puesto demasiada carga. ¡Inconsciente! Me creías más fuerte. Ha provocado desprendimientos. Pero he apuntalado la galería firmemente para que entres y salgas cuando quieras sin peligro, sin riesgo alguno.

II.- Temo que extraigas los metales de mi corazón y un día te marches, dejando la mina abandonada, tapada la boca por arbustos y maleza.

III.- Yo tenía en mi corazón un palacio muy cuidado, de estancias suntuosas y corredores ventilados. Pero llegaron unos ojos y abrieron hacia el interior galerías nuevas, de paredes de piedra desnuda. Corrí para engalanarlas y pensé, ¡oh, Dios mío!, ¿cómo es posible que alguien pueda, excavando hacia el infierno, acercarme sin embargo al cielo?

IV.- Yo estudiaba las leyes de los hombres. Vino la Madre y sonriendo me arrebató los libros. Me dijo: mira cuán débil eres y cómo me perteneces.

V.- Tiembla mi mano antes de enviar el mensaje. Mi corazón me dice ¡avanza!, pero la razón me dice ¡quieta! Un impulso me decide al fin y pienso que es locura salirme de este modo de mí misma. Me vuelvo a recoger hacia mi piel y hacia mis ojos y corro a abrazarme a la tierra, avergonzada y trémula, para que me proteja.

Blanca Barojiana

domingo, 10 de abril de 2011

Un detalle

Las estrellas brillan esta noche, en el espacio entre lo eterno y el tiempo. Quedan suspendidas, firmamento lleno de profundidades, donde con solo una mirada se ve el mundo. A través de la ventana busco una luz que ilumine mi campo, para despertar en un mundo de sueños realizados.
Tus ojos son como la primavera, tan esperada después de un largo invierno, llegan penetrantes hasta el alma, me pierdo en ellos. Busco tus manos, las que hacen que el tiempo de detenga un instante, donde no hay más mundo que nosotros.
Te añoro entre la gente, deseo que estés cada día más cerca y así no perderte. Que sonrías al verme, como la primera vez, lleno de esperanza, de orgullo, con paco firme y sincero. Cuando estés cerca, muy cerca, quiero abrazarte, para que no te alejes, y tenerte para mi, solo para mi.

Erika Martínez Rodríguez


Parecen otras mis manos
















Parecen otras mis manos. Sin embargo son las mismas: aquéllas pequeñitas que recuerdan el calor de las de la abuela, las que descubrían las formas de la vida y los colores a través de los trazos del crayón. Las que me evitaron muchos golpes, las que aprendieron de abrazos con adioses y bienvenidas. Las mismas que moldeaban plasticina y escondían la piedra para ver a quién le tocaba contar al jugar a la escondida. Las que se extendieron en la autoplacenteracaricia hasta sucumbir en la fiereza del orgasmo; las que palparon y reconocieron al hombre, descubriendo, aprendiendo y enseñando de amores, pasiones y deseo. Las que recorrieron los cuerpitos tibios que afloraron de mi vientre entre berridos; las que no conocen las cuentas de un rosario, pero se meten en la masa y saben sostener la sartén por el mango. Las que indican, cantan victoria o muestran displicente el dedo medio puteando. Las que tocan, rompen, arrancan, tantean, limpian, sudan, inquieren, acarician, sostienen, acunan, desean, consuelan, resisten, seducen, provocan, piden, calman, hablan o callan… y se extienden para tomar todas las manos. Patricia Ortiz