viernes, 26 de febrero de 2010

Llueve,






siempre llueve,

el doble llueve a los que trabajo no tienen,

llueve hasta ahogarlos el hambre.



10 02 26



Migé S. Aparicio

Vélez Málaga, 1945

jueves, 25 de febrero de 2010

S/T

“Mi vida tiene el color de las cosas muertas”

Susana Cattaneo









Resulta extraño manipular un día que aún no comienza, un desayuno sin servir que espera esas manos que nunca llegarán, esa boca que jamás existirá.



Se empecina el tiempo en torturarme, en recordarme que estoy viva, que hay algo que late bajo la roca conque cargan mis horas.



Los testarudos pasos me guían sin sosiego hacia alguna alborada de la cual prefiero no saber (confieso no creer) y me duele el cielo sin nubes coronando el laberinto en que deambulo.



Tal vez mañana los ciegos ojos quieran recuperar la visión; captar la nitidez de aquel arco iris que se empeña en gritarme al oído que el rojo aún no llega, que el espectro de luz aún es un pálido rosa desconsolado.







Liliana Varela 2010

sábado, 20 de febrero de 2010

Me disfrazo

En este carnaval me disfrazo de malabarista callejero. Busco clavas entre los restos familiares del recuerdo. Me instalo en cualquier avenida. Y allí, en el mejor semáforo, de cuatro tiempos, luzco el espectáculo.
No pido nada. Me conforma mirar al automovilista de rostro enjuto, sonrisa pasada de moda, tristeza de ojos, al niño exigente que canta olvidando la lluvia en los charcos, al hombre de traje que recibe llamadas.
Le ofrezco al florista miradas de cielo, arrullo el beso de dos enamorados, le regalo un jazmín a una señora que llora despedidas.
Me observan extrañados porque no pido nada. No saben que me dan la vida con sus avatares, que con ellos reconozco el camino del gesto que luego se hará palabra.

©Elisabet Cincotta

martes, 16 de febrero de 2010

Poema oscuro XXXIII

Trasmutable
impugno el nombre que me dio vida

................................/volviendo a morir



Liliana Varela 2010

lunes, 8 de febrero de 2010

contemplación-microcuento


"La línea del horizonte besaba el

vientre estremecido de una sirena"

Ana Lucía Montoya Rendón














Le costaba llegar a la orilla. Cada brazada le quitaba más y más aire.

La contempló de lejos, tanto la amaba que hubiese dado su alma por verla feliz.

No había podido hacerla desistir de su caprichosa locura y ahora se sentía culpable de las consecuencias que ese "otro" amor acarrearía a su joven vida.

Era tarde, amanecía y el conjuro era irreversible.

Sólo pudo observar cómo los miserables hombres hendían sus espadas en el cuerpo de la bella sirena como si ésta fuese un demonio.



Luego, con pesar, se hundió en las aguas mezclando sus lágrimas con la sal marina; al fin y al cabo todo tritón tiene derecho a llorar, pensó.










Liliana Varela 2009