sábado, 5 de junio de 2010

El ego de José


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José se puso de cabeza frente a un espejo -hace muchos años-, para probar su destreza en la acrobacia y así su figura quedaría plasmada, él por entonces se quería demasiado.

No se dio cuenta que sus manos quedarían pegadas en una cómoda antigua, donde alguién fortuitamente había rociado cola. Así trataba de despegarse, pero no pudo, se quedó tieso y sin respiración. En estado catatónico.

Horas más tarde se acerca a su domicilio: Juan, su amigo escultor vecino. Toca la puerta nadie le abre, menos mal está entreabierta. Ingresa, trata de ayudar a José para sacarlo de su casi agonía y no puede. Vuelve al otro día con cera, se la coloca en su cuerpo bello y bien tratado y queda toda una figura atractiva. Ahora el ego de José se luce en los museos de figulines y la gente, sobre todo las damas lo acarician.


Julia del Prado Morales