sábado, 24 de noviembre de 2007

Yo notaba claramente mi superioridad y lo disfrutaba. Tu fama de macho cabrío quedó un tanto apaciguada cuando se posó en vos mi mirada y llevé el vaso hasta mis labios. Leve tintineo de mis dientes contra el vidrio, primera señal de mi mandíbula alerta; no había duda, eras una presa apetitosa. Te sonreí apenas y eso bastó para que te acercaras. Dos palabras y una tímida caricia en público bastaron para llevarte hasta mi cama. Estabas caliente. Tu piel se pegó a la mía y ni siquiera notaste cómo me erizaba escama por escama. Tu lengua se atrevió a hundirse en mi boca ¡cuán suave y tentadora!; la mía áspera comenzó a recorrer tu cuerpo y tu calor y tu sudor me motivaron más. Como animal en celo gemiste y mientras me penetrabas mis uñas afiladas se enterraron en tu espalda. Te sacudías salvajemente y mi olfato cada vez más fino percibió el olor a sangre fresca que fluía de los rasguños. Mostré otra vez la supremacía, dejándote inmóvil debajo mío y, mientras sonreía acercándome más y más a tu cuello, pudiste verme. Supiste del poder de mis dientes y sentiste dolor antes de que se hundieran ferozmente en tu carne. Saboreé mi triunfo: te deglutí.

Patricia Ortiz

1 comentario:

Unknown dijo...

genial, muy bueeee, conciso y erótico sin pegotear, dejándome ganas de más.
gracias!javascript:void(0)