-La primera impresión fue de agotamiento, más bien de iguana pisoteada por un auto y enceguecida con el asombro de un meduloso colibrí- se dijo para sus adentros la niña sucia. Tanto vapor que ardía, tanto polvo acumulado, tanto humo grisáceo entre las máquinas (por arriba y por debajo y en cada ángulo del salón), no permitían ver jamás las formas de nuestros cuerpos.
-¡Mi fantasía es asfixiarte entre los velos del vapor!- le decía, casi en tono de exigencia, el japonés. -¿Hasta aquí sólo podés llegar? ¿Tan poco?- le contestaba la niña sucia.
Y después de dar un tímido, leve escupitajo ámbar (que, según ella, podría compararse con cualquier otro fluido), gritaba como si el cerebro estuviera enguantándose: "¡Nací asfixiada y ahora te vomito con satisfacción toda mi voz!"
Manuel Lozano
(de su libro "Las Caníbales")
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