La mascota
Me llevó meses amaestrar al Popi. Venía corriendo a mi encuentro
y picoteaba mis zapatillas sin lastimarme, entonces yo me golpeteaba el hombro izquierdo diciendo Popi Popi y él saltaba y se acomodaba ahí, erguido. Así, ingresábamos a la casa sin que trastabillara ni un poco.
Aquel día sería distinto, llegaron visitas del campo, unos viejos que ni recuerdo y eran parientes de mi madre, casi sin saludarlos corrí a la escuela porque era tarde. Cuando regresé la comida ya estaba lista,
pollo al horno con papas.
Y a Popi nunca más lo vi.
Aunque pasaron más de cuarenta años, si me sirven pollo; lo recuerdo.
diana poblet -
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