martes, 17 de junio de 2008

POR ESO…





No hay culpa porque no hay búsqueda de condescendencias: solo yo destetando la soledad de las auroras que despertaban en la cama vacía. Solo yo y mi soledad tendiendo puentes a las ansias de la carne.



En la ventana el insomnio hecho noche, los ojos, destiñéndose en la espera de la puerta, y en las entrañas, el martirio dando de beber a la ausencia el toque de queda, para ahuyentar a los demonios del pecado.


Entonces, se hicieron mar los días con sus noches, y navegué mi cuerpo entre las olas de unas pupilas cercanas. Por eso me llamaron puta, las putas inconfesas.






Issa M. Martínez Llonguera

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