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miércoles, 17 de septiembre de 2008
Tarde pero seguro
La había dejado. Así, como se echa un envoltorio de papel cuando ya no es útil su función.
Pero ella no acusó el golpe; no entendió hasta mucho después ese abandono –quizás fuera su mente intentando preservarse del dolor de la caída contra el suelo de la realidad.
Siguió su vida como si nada; intentó ser otra, una nueva persona llena de metas diferentes a las compartidas. Tal vez si olvidaba el pasado, su futuro fuera al menos remotamente digno de vivirse.
Los recuerdos de momentos juntos, de esas largas sobremesas de platos especialmente preparados para él ; de cenas en la que adivinaba el abandono en los ojos de su amado, todo se iba ensordeciendo con el paso inexorable de los días –aunque no cicatrizando.
Todos los días se decía a sí misma que debía recomenzar, que todo había sido una pesadilla, que él seguramente debía haberse arrepentido de haberla pisoteado de tal forma.
Cuando se enteró que él había muerto al poco tiempo de separarse, sintió egoístamente que sus penas habían terminado. Lloró unas últimas lágrimas por él y supo que no le habían mentido sobre los efectos del azogue * - éste era lento pero inexorable.
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