el naufragio es silencio
el pensamiento juega
en sus redes
©Elisabet Cincotta
"El material editado en "Muestrario de Palabras" goza de todos los Derechos Reservados. La administración confía en la autoría del material que aquí se expone, no responsabilizándose de la veracidad de los mismos." En éste blog, encontrarás, todo lo que no pudo ser clasificado, pero que merece ser publicado."
jueves, 30 de abril de 2009
lunes, 20 de abril de 2009
BARRIO V
Desde la distancia, barrio, te digo:
Te equivocaste de mujer,
bajo tu simpleza rutinaria y gris
la criaste compleja.
Ayer te vi desde otro siglo,
desde otro tiempo,
que ya no es ni lo que quisiste
ni lo que fue.
© Elisabet Cincotta
Te equivocaste de mujer,
bajo tu simpleza rutinaria y gris
la criaste compleja.
Ayer te vi desde otro siglo,
desde otro tiempo,
que ya no es ni lo que quisiste
ni lo que fue.
© Elisabet Cincotta
jueves, 16 de abril de 2009
cuerpo y alma
La buscaron día y noche desnudando ríos y violando bosques; levantando cada partícula de suelo con la esperanza de encontrarla.
Finalmente allí estaba: de cara al cielo, inmóvil, nívea.
La lloraron entre oleadas de blasfemias contra el verdugo de aquellos tiernos días; la enterraron blanca de pecados entre huracanes de dolor.
No supieron que no era ella quién dormía en el rocoso manto; habían hallado su cuerpo solamente, pero no su alma.
Liliana Varela 2009
Finalmente allí estaba: de cara al cielo, inmóvil, nívea.
La lloraron entre oleadas de blasfemias contra el verdugo de aquellos tiernos días; la enterraron blanca de pecados entre huracanes de dolor.
No supieron que no era ella quién dormía en el rocoso manto; habían hallado su cuerpo solamente, pero no su alma.
Liliana Varela 2009
lunes, 13 de abril de 2009
ESTAMPA II
Las glicinas tapizaron el patio. Lo recorrió -descalza- a riesgo de caerse.
Su piel se confundió con la niñez.
Se inundó de gorriones.
Elisabet Cincotta:
Su piel se confundió con la niñez.
Se inundó de gorriones.
Elisabet Cincotta:
miércoles, 8 de abril de 2009
VOLVÍ
Estaba encerrada en su propia prisión, creada por ella a fuerza de callar. Sin coraje rubricaba el apartarse del andar sentada ante su música y sus silencios llenos de imágenes inventadas.
La cumparsita brotaba suavemente como eco melodioso. No estaba allí, flotaba entre tules de tristeza. Su computadora, con el clásico sonido que señala la entrada de un correo, la despertó de la nebulosa mental en que estaba sumida.
Se acercó, pocas veces recibía mensajes, había dejado encanecer sus cabellos, resaltar sus arrugas en ese postrarse ante su propia vida.
Casi tediosamente comenzó a leer:
“No sé como decirte que te extraño y te necesito. Desapareciste de golpe de mi vida. Te amo"
Ella que siempre había amado y nunca había sido amada...releyó el texto infinitas veces, su corazón se aceleraba... lloró.
Abrió la puerta de su habitación, salió a la calle. Los horneros hacían un nido en el poste de la luz, el jardín de su vecino estaba lleno de rosas, el cartero la saludó amablemente, ella esbozó una sonrisa.
Entró a la casa, se sentó frente a la computadora y tecleó: Volví.
Elisabet Cincotta
derechos de autor registrados
La cumparsita brotaba suavemente como eco melodioso. No estaba allí, flotaba entre tules de tristeza. Su computadora, con el clásico sonido que señala la entrada de un correo, la despertó de la nebulosa mental en que estaba sumida.
Se acercó, pocas veces recibía mensajes, había dejado encanecer sus cabellos, resaltar sus arrugas en ese postrarse ante su propia vida.
Casi tediosamente comenzó a leer:
“No sé como decirte que te extraño y te necesito. Desapareciste de golpe de mi vida. Te amo"
Ella que siempre había amado y nunca había sido amada...releyó el texto infinitas veces, su corazón se aceleraba... lloró.
Abrió la puerta de su habitación, salió a la calle. Los horneros hacían un nido en el poste de la luz, el jardín de su vecino estaba lleno de rosas, el cartero la saludó amablemente, ella esbozó una sonrisa.
Entró a la casa, se sentó frente a la computadora y tecleó: Volví.
Elisabet Cincotta
derechos de autor registrados
martes, 7 de abril de 2009
Decir adiós

Garabateaba en un papel miles de líneas que se entrecruzaban. Colocaba puntos al final de cada una.
A partir de allí, comenzaba de nuevo a tejer más líneas, cruzándolas, ¡cruzándolas! en un infinito que cabía en el papel tipo carta que le servía de bastidor, al cuadro que pintaba sin descanso.Una mano se posó sobre su hombro.-¿Qué escribes hija? ¿Qué haces?- preguntó la madre asombrada ante aquel ovillo, estopa de todas las tintas.Ella, sin levantar la vista y sin dejar de seguir cruzando y cruzando líneas, le respondió:-escribo una carta, para decir adiós-
A partir de allí, comenzaba de nuevo a tejer más líneas, cruzándolas, ¡cruzándolas! en un infinito que cabía en el papel tipo carta que le servía de bastidor, al cuadro que pintaba sin descanso.Una mano se posó sobre su hombro.-¿Qué escribes hija? ¿Qué haces?- preguntó la madre asombrada ante aquel ovillo, estopa de todas las tintas.Ella, sin levantar la vista y sin dejar de seguir cruzando y cruzando líneas, le respondió:-escribo una carta, para decir adiós-
Migdalia B. Mansilla R.
Marzo, 2009
sábado, 4 de abril de 2009
¡ME GUSTA TU PLAN!
"...pensó que quizás ese extraño cuya capa dibujaba al viento una S
fuese su destino."
Liliana Varela.
La tristeza agigantada invadió a la noche especialmente cuando vio el dibujo que trazó con esa capa
pues lo que realmente esperaba era un mágico sonido de tres saetazos, los de la "Z", solo el dueño de ellos la salvaría... y allí, en ese instante se dio cuenta que todo había sido un sueño.
(¡Este relato hizo su propio andar pero ante la encrucijada, el bulto amilanado
decidió aplicar con fuerza la reversa... y reventó las guayas¡)
¡Ay!
Su vista ya nublada vio la luz de del farol convertida en una mancha roja.
Ya no supo más de sí.
Fin
Ana Lucía Montoya Rendón
fuese su destino."
Liliana Varela.
La tristeza agigantada invadió a la noche especialmente cuando vio el dibujo que trazó con esa capa
pues lo que realmente esperaba era un mágico sonido de tres saetazos, los de la "Z", solo el dueño de ellos la salvaría... y allí, en ese instante se dio cuenta que todo había sido un sueño.
(¡Este relato hizo su propio andar pero ante la encrucijada, el bulto amilanado
decidió aplicar con fuerza la reversa... y reventó las guayas¡)
¡Ay!
Su vista ya nublada vio la luz de del farol convertida en una mancha roja.
Ya no supo más de sí.
Fin
Ana Lucía Montoya Rendón
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