La buscaron día y noche desnudando ríos y violando bosques; levantando cada partícula de suelo con la esperanza de encontrarla.
Finalmente allí estaba: de cara al cielo, inmóvil, nívea.
La lloraron entre oleadas de blasfemias contra el verdugo de aquellos tiernos días; la enterraron blanca de pecados entre huracanes de dolor.
No supieron que no era ella quién dormía en el rocoso manto; habían hallado su cuerpo solamente, pero no su alma.
Liliana Varela 2009
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