Garabateaba en un papel miles de líneas que se entrecruzaban. Colocaba puntos al final de cada una.
A partir de allí, comenzaba de nuevo a tejer más líneas, cruzándolas, ¡cruzándolas! en un infinito que cabía en el papel tipo carta que le servía de bastidor, al cuadro que pintaba sin descanso.Una mano se posó sobre su hombro.-¿Qué escribes hija? ¿Qué haces?- preguntó la madre asombrada ante aquel ovillo, estopa de todas las tintas.Ella, sin levantar la vista y sin dejar de seguir cruzando y cruzando líneas, le respondió:-escribo una carta, para decir adiós-
A partir de allí, comenzaba de nuevo a tejer más líneas, cruzándolas, ¡cruzándolas! en un infinito que cabía en el papel tipo carta que le servía de bastidor, al cuadro que pintaba sin descanso.Una mano se posó sobre su hombro.-¿Qué escribes hija? ¿Qué haces?- preguntó la madre asombrada ante aquel ovillo, estopa de todas las tintas.Ella, sin levantar la vista y sin dejar de seguir cruzando y cruzando líneas, le respondió:-escribo una carta, para decir adiós-
Migdalia B. Mansilla R.
Marzo, 2009
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