Aquella báscula no pudo reprimir su enfado. Cuando quise comprobar mi peso y la coloqué en medio de la habitación creyó que iba a cumplir con sus labores profesionales. No obstante, pasado un minuto desde que me coloqué sobre ella, sólo obtuve como respuesta una salida de tono inesperada en un aparato tan discreto:
-Llevo un rato esperando, ¿te subes o no te subes?
Manuel Cubero
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