Se peleaban por ella; por sus células, por sus átomos; por cada centímetro cúbico que formaba parte de su hermoso cuerpo.
La anhelaban, la deseaban; tal como había sido desde que tenía memoria.
Ese era su destino: ser eternamente disputada entre aquellos que ávidos de sus encantos caían bajo su embrujo. Triste sino.
Los insectos habían entrado en crisis y el cadáver de la vaca en la inmensa pradera lo atestiguaba.
Liliana Varela 2009
No hay comentarios:
Publicar un comentario